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Índice del artículo
Resumen
Sin lugar a dudas, la guerra civil española ha sido la mayor tragedia que ha tenido España en su larga historia. Desde el primer momento que estalló, el país se convirtió en el centro de atención internacional. Todas las potencias del momento intervinieron en este conflicto fratricida. Lo que no sabían los contemporáneos es que esa guerra que se libraba en el sur de Europa estaba siendo la primera batalla de la Segunda Guerra Mundial.
El derrumbamiento del Antiguo Régimen
La Guerra de la Independencia española, originada en el Levantamiento del 2 de Mayo en Madrid, fue un punto de inflexión en la historia de España. Con la ayuda de los ingleses se consiguió expulsar al ejército de Napoleón y restaurar la monarquía en la figura del Fernando VII. Pero el rey de España, aunque hubiera vuelto, ya no es intocable. Fue una de las etapas más convulsas del país.
Las colonias americanas comenzaron en proceso de independencia, y tras el pronunciamiento militar de Riego, se sucedería una gran inestabilidad política. Liberales y conservadores protagonizan una pugna que llegará hasta el mismo año de estallido de la Guerra Civil.
La primera guerra carlista escenificó por primera vez la lucha entre conservadores y liberales. Fernando VII nombró a su hija Isabel heredera al trono. Don Carlos, su tío, no la reconoció, y las fuerzas conservadoras lo apoyaron. La guerra terminó con la victoria liberal, y con Isabel II en el trono.
Tras esto vendría la curiosa etapa que se denominó el Sexenio Revolucionario. Tras numerosos pronunciamientos fracasados, en 1968 el general Prim dio uno que triunfó, destronando a la reina Isabel II. Lo que siguió no está muy claro. Se llamó a Amadeo de Saboya para que reinase, pero no duró mucho. Después se proclamó la Primera República española. Durante esta etapa se sucedieron varios presidentes, una rebelión carlista en el norte y la proclamación como cantones independientes de muchas poblaciones. Ante esta situación tan insostenible, el ejército dio un nuevo golpe de estado y restauró en el trono a Alfonso XII, hijo de Isabel II.
La restauración de Alfonso XII
En 1876 España tenía un nuevo rey y otra constitución. En esta etapa se puso en práctica el sufragio universal masculino, que normalmente era falseado entre conservadores y liberales para turnarse en el poder. El “turno pacífico” era un fraude, pero contentaba a las élites. La población está totalmente fuera del juego político, y el resultado electoral era cosa de políticos y caciques locales.
Y a estas que muere Alfonso XII, dejando un hijo que es menor de edad. Mientras que Alfonso XIII cumplía la edad para reinar, su madre María Cristina dirigió la regencia hasta 1902.
La proliferación de las ideas revolucionarias en la clase obrera
Mientras las élites políticas jugaban a la política, alternándose en el poder, las ideas revolucionarias provenientes del viejo continente estaban entrando en España y calando en la incipiente clase obrera. Durante la Primera Guerra Mundial se crearon 2 de las centrales sindicales más importantes: la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores), inspirada en las ideas anarquistas de Bakunin, y la UGT (Unión General de Trabajadores), de ideas marxistas de Karl Marx, aunque más reformistas que revolucionarias.
Los ugetistas colaboraban con el sistema parlamentario, mientras los anarquistas llevaron a cabo una campaña frontal basada en asesinatos, violencia y huelgas. Esto desestabilizaba a los sucesivos gobiernos.
Mientras tanto Cataluña se convertía en foco de conflictividad. El nacionalismo catalán florecía gracias al auge económico y a una clase burguesa que no le gustaba la competencia de Madrid. Si a esto le sumamos la violencia anarquista que se extendió por toda la ciudad de Barcelona, no es de extrañar que la capital catalana se terminara llamando “la ciudad de las bombas”. Pistoleros anarquistas y pistoleros contratados por la patronal catalana se mataban diariamente en las calles.
Marruecos
Marruecos pasaría a ser el origen de muchos problemas que surgirían después. Por ahora es solo un trozo de África que España se empeña en conquistar y mantener para no reconocer que ya no es una potencia en Europa. De hecho ya no pintaba nada en la política internacional. Perdidas las colonias americanas, con Cuba y Filipinas como los últimos territorios ultrajados por la potencia emergente de Estados Unidos, España se aferra a Marruecos.
España no quería que ninguna potencia se instalase cerca de Ceuta y Melilla, dos bastiones que le pertenecían desde hace siglos. Francia y España llegaron a un acuerdo para repartirse el territorio de Marruecos: el norte quedaría bajo influencia española; el sur para los franceses. Las tribus marroquíes pronto se organizaron para luchar contra el invasor y el ejército español sufrió serias derrotas en 1909.
La guerra de Marruecos no iba a traer nada bueno a la Península. Las continuas llamadas de reservistas del Gobierno de Antonio Maura para enviarlos al matadero de Marruecos, colmaron la paciencia de la sociedad. Algunos hombres que iban a ser embarcados en los puertos para ser enviados a la guerra se ponen en huelga. Muy pronto se extiende la rebelión y se convoca una huelga general.
El resultado es la Semana Trágica de Barcelona. La ciudad ardió hasta que el ejército tomó el control de la situación. Pero puso en evidencia un país con graves problemas estructurales, una guerra exterior que no necesitaba, y un sistema parlamentario corrompido e ineficaz para resolver los problemas acuciantes de la sociedad. Era un cóctel explosivo para una futura guerra civil.
El reinado de Alfonso XIII
A favor del nuevo rey hay que decir que le tocó un periodo muy convulso del país. No tenía la talla política para afrontarlo, pero tampoco ninguna de las figuras políticas de la época. Como telón de fondo había una farsa parlamentaria disfrazada de elecciones, junto a un país subdesarrollado sin apenas clase media. La incipiente clase obrera se impregna cada vez más de las ideas socialistas y anarquistas. Este es el país que Alfonso XIII hereda.
Los sucesos de la Semana Trágica terminan por convencer al rey en su intención de destituir a Maura en el Gobierno. El Partido Conservador se desintegra. Las divisiones en los dos grandes partidos hacen insostenible el sistema político. Algunos historiadores ven en el maurismo (la tendencia conservadora de Maura) como el origen del fascismo en España. Era un movimiento de jóvenes que aspiraban a regenerar el país, a su modo, claro está. El lema de Maura era “una revolución desde arriba”, una frase que suena a los eslóganes que vendrán más adelante.
En resumen, los tres principales problemas de España (la postura revolucionaria de la clase obrera, la cuestión catalana y la guerra de Marruecos) terminarían por derrumbar toda la estructura de la Restauración, tan concienzudamente ideada por Cánovas y Sagasta. Los principales sostenes de este frágil sistema van desapareciendo: Cánovas fue asesinado y Sagasta murió. Maura, tras los acontecimientos de Barcelona, pasó al ostracismo político. El último intento por salvar los muebles los hizo el gobierno de Canalejas, en cual llevó políticas reformistas de gran calado que aliviaron un poco los problemas. Lo terminarían matando los anarquistas.
La huelga general de 1917
España se mantuvo neutral en la Primera Guerra Mundial, pero no pudo evitar sus efectos. Algunos fueron positivos, como el aumento de la actividad económica. Pero la Revolución rusa tuvo un enorme eco en la clase obrera española.
Una oleada de huelgas, ocupaciones de tierras y violencia, pusieron a prueba al Gobierno, que en estos momentos era dirigido por Eduardo Dato. En un golpe de mano, el jefe de gobierno suspendió todas las garantías constitucionales y clausuró las Cortes. El sistema parlamentario dejó de existir, aunque nunca estuvo presente. Los progresistas se sintieron ultrajados. Los socialistas y anarquistas simplemente preparaban la revolución.
Así se llegó a la huelga general de 1917. Terminó fracasando, pero se evidenció que la mano dura del Gobierno solo servía para sembrar más el caos. El ejército, como siempre, se encargó de la represión, restaurando el orden. Esta práctica se hará costumbre en los años siguientes.
Tras la revuelta de 1917 se formaron varios gobiernos que duraron poco. En realidad, ningún duraba. Así durante 5 años. En Andalucía los campesinos ocupaban fincas y expulsaban a los terratenientes, para luego llegar la guardia civil y reprimirlos con dureza. En Barcelona se producía una dura lucha entre los anarquistas y los pistoleros contratados por la patronal, con el sangriento gobernador civil Martínez Anido como fiel reflejo de la crueldad; y para colmo, el pozo sangriento de Marruecos. Como punto final a esta trágica historia está el asesinato de Eduardo Dato por anarquistas, que ya se han llevado por delante a unos cuantos jefes de gobierno.
Abd el-Krim y el desastre de Annual
En Marruecos las buenas noticias no llegan. La lucha del ejército con las tribus aglutinadas bajo el mando de Abd el-Krim devino en desastre. La derrota de Annual en 1921 fue especialmente traumática. El ejército comandado por el general Fernández Silvestre fue aniquilado. Murieron 15 000 soldados. El descalabro fue de tal magnitud que se llegó a realizar una investigación sobre lo que había ocurrido. El informe vino a confirmar la enorme corrupción del ejército, con unos mandos pésimamente preparados y unos soldados mal equipados. El dinero se iba para otros menesteres mientras que la gente más pobre de la Península moría en aquellas tierras áridas. Todo un despropósito.
Annual dejó muy tocada a la Monarquía, y al sistema político en general. El sistema de la Restauración estaba llegando a su fin. Entonces llegó Primo de Rivera.
La dictadura del general Primo de Rivera
Desde no pocos sectores de la sociedad española, incluidos los liberales, se deseaba un cambio. Aunque no se sabía muy bien cuál, pero uno. Eran ya muchos los problemas que se iban acumulando: la ineficiencia de los políticos, el sistema de elecciones falseado, la corrupción galopante en todas las capas de la sociedad, la violencia de los anarquistas y campesinos en ciudades y pueblos y… Marruecos.
Ante este panorama, no era de extrañar que el ultimátum al estilo decimonónico presentado por el prestigioso general español Miguel Primo de Rivera, triunfara. Primo de Rivera era capitán general de Cataluña y dio el golpe con el consentimiento de Alfonso XIII. Otro golpe más que sumar a la larga lista que ya duraba un siglo.
Primo de Rivera inauguró una nueva forma de llevar a cabo los asuntos. Su dictadura era novedosa en España, aunque muchos historiadores están de acuerdo en afirmar tajantemente que no era fascista; era más bien militarista. No tenía una masa social de seguidores, ni afán imperialista. Si hubiese podido, Primo de Rivera habría abandonado Marruecos. Creó la Unión Patriótica que nunca llegó a calar en la sociedad, ni llegó a ser un instrumento político de masas.
Su dictadura fue firme, pero no violenta. Encarceló y expulsó a todos aquellos que se le oponían (durante esta etapa desaparecieron los partidos políticos), pero no ejecutó a nadie. Llevó a cabo un ambicioso plan de obras públicas y hubo un resurgir económico que se notó en la industria y en el comercio.
Otro hito que consiguió el “cirujano de hierro” (tal y como lo definió Ortega y Gasset) fue derrotar a Abd el-Krim con la ayuda francesa. Por primera vez se logró la pacificación de Marruecos, que tantos quebraderos de cabeza había ocasionado al país.
El final de la dictadura
Pero como todo lo que ocurre en España, la dictadura no tardó en caer. El dictador persiguió a la clase media y liberal, que nunca se lo perdonó. Pero el error más grave que cometió fue ofender al ejército. La reforma que llevó a cabo en el cuerpo de artillería enfadó a los militares. Primo de Rivera, fiel a su manera de hacer las cosas, lo disolvió, creando gran malestar. Tampoco era del agrado de los banqueros el impuesto sobre la renta que pretendía implantar.
Se redactó una nueva constitución que, como era de esperar, no contentó ni a derecha ni a izquierda. Las críticas hacia su dictadura, cada vez más fuertes, le llevó a abolir la prensa. Esto no le granjeó nuevas amistades. Pero Primo de Rivera era así, cuando algo no le gustaba, o se oponía a su forma de ver y entender las cosas, lo apartaba o censuraba. Era una forma de hacer política que tendrá gran eco en las derechas de la Segunda República.
Y de pronto llegó la crisis económica de 1929 desde el otro lado del Atlántico, y se complicaban aún más las cosas para el país. Los grandes proyectos de obras públicas se vinieron abajo. La sociedad, cada vez más crítica, pedía su cabeza.
Por extraño que pudiera parecer, Primo de Rivera llevó a cabo una acción que el fondo determinaría su futuro. Mandó sendos telegramas a todos los capitanes generales de España pidiéndoles que averiguasen si los mandos militares aún le apoyaban. La mayoría afirmó su lealtad al rey, pero no a él. Alfonso XIII le retiró su apoyo. En realidad creía que los problemas de España podrías solucionarlos él mismo, sin la ayuda de Primo de Rivera.
Así acabaron 6 años de dictadura. Primo de Rivera abandonó la política y se trasladó a París donde murió al poco tiempo. El testigo lo retomó su hijo, José Antonio Primo de Rivera, del que tendremos ocasión de hablar más adelante.
La caída de la monarquía
El monarca puso a la cabeza del ejecutivo al general Berenguer con la idea de restaurar de nuevo la Constitución de 1876. Pero a estas alturas era una quimera. La “dictablanda” de Berenguer no pudo contener la idea de república que se estaba extendiendo por todo el país.
“Me he hecho cargo del poder cuando España es una botella de champaña a punto de ser destapada”
General Dámaso Berenguer
Alfonso XIII había perdido parte de las simpatías del ejército. Los que apoyaban a Primo de Rivera se sentían decepcionados por cómo se había comportado con el ahora ex dictador. A lo que había que sumar a una parte del ejército que empieza a comulgar con las ideas republicanas y democráticas.
Mientras que el general Berenguer iba postergando la convocatoria de elecciones, la monarquía seguía perdiendo apoyos. La burguesía y la clase trabajadora ya no albergaban ningunas esperanzas sobre el sistema vigente. Incluso la Iglesia comenzaba a mostrar una postura ambigua.
En el balneario de San Sebastián, un grupo de intelectuales y políticos republicanos se reunieron en el verano de 1930. Se firmó el Pacto de San Sebastián para una futura república. En Madrid, tres intelectuales de la talla de Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala fundaron el movimiento Al servicio de la República, que tuvo un gran eco en la sociedad española.
¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo! Delenda est Monarchia
José Ortega y Gasset
Se organizó un golpe de estado republicano que se inició con el alzamiento de la guarnición de Jaca, en Aragón. Estaba dirigida por el capitán Fermín Galán y el teniente García Hernández. La rebelión fracasó, y los conspiradores fueron fusilados. Tan prontamente murieron se convirtieron en los héroes del republicanismo. Los firmantes del Pacto de San Sebastián fueron juzgados y encarcelados.
La simpatía hacia los republicanos crecía y el propio Berenguer dimitió. Fue sustituido por el almirante Aznar, nombrado por Alfonso XIII. El rey y el jefe del Gobierno acordaron poner a prueba a la opinión pública. Querían saber cuál era el estado de opinión general. De esta forma convocaron elecciones municipales. Aunque ellos no lo sabían, con la convocatoria electoral estaban plantado la semilla de la II República española.
Las elecciones municipales de abril
Sin quererlo el rey, las elecciones fueron adquiriendo un carácter de plebiscito hacia la monarquía. Los resultados fueron muy claros: en todas las grandes ciudades españolas los candidatos republicanos ganaron. Los monárquicos salvaron los muebles en las poblaciones rurales. Pero los resultados evidenciaban la debilidad monárquica. En las grandes ciudades, donde los caciques no podían hacer de las suyas, perdieron claramente; en el campo ganaron gracias a la red clientelar caciquil.
Ante estos hechos tan evidentes, algunos lugares como en Eibar proclamaron la República. En Madrid una manifestación multitudinaria presionaba al Gobierno. Sanjurjo, jefe de la guardia civil (y que más tarde tendrá un papel relevante que ya narraremos), le retiró el apoyo al rey.
El Gobierno, intimidado, le aconsejó al monarca que se marchara de España. Alfonso XIII, temiendo que todo derivase en una guerra civil, tomó la decisión de dejar el poder. Algo insólito en una España poco acostumbrada a ver a reyes que se marchan por voluntad propia. Antes de exiliarse, Alfonso XIII exclama:
“Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo. Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil. Y mientras habla la nación, suspendo deliberadamente el ejercicio del poder real”.
Alfonso XIII
España quedaba bajo poder de los partidarios de la República.
La instauración de la Segunda República española
La República fue bien acogida por casi todo el mundo, pero como ocurre en España, país de sangre caliente, este nuevo intento de regeneración política, económica y social pronto entraría en dificultades. Lo cierto hasta el momento es que la monarquía ha sido derrocada sin derramar una gota de sangre, y el nuevo régimen ha sido totalmente legitimado por unas elecciones. Esto era empezar con buen pie.
Pero no es como se empieza, sino como se acaba. Y la historia, como veremos más adelante, terminó de la peor forma posible. Ciñéndonos a la cronología, la República nace con una nueva constitución y un jefe de gobierno, Niceto Alcalá Zamora, católico declarado. Son muchas las fuerzas políticas e ideológicas que ahora tendrán voz en el devenir del país. Fuerzas muy heterogéneas que tendrán que aprender a convivir.
El Partido Radical de Lerroux
Este partido fue fundado por Alejandro Lerroux, ministro de estado en el Gobierno provisional republicano antes de las primeras elecciones. En sus orígenes, el Partido Radical hacía gala de su nombre. Pero con el paso de los años de su viejo líder (Lerroux tenía 67 años) fue derivando hacia posturas abiertamente conservadoras. En esa deriva había perdido a muchos de sus miembros que ahora engrosaban las filas socialistas y anarquistas. Lerroux tendrá gran importancia en el futuro destino del nuevo régimen republicano.
Los republicanos de Manuel Azaña
Nos da por pensar qué tipo de persona habría sido Manuel Azaña de haber nacido en un país menos complicado. Probablemente un buen escritor. Pero en España uno se tiene siempre que mojar, y Azaña fue llevado por las circunstancias al primer plano de la política nacional, aunque él no lo quisiera.
Azaña representaba al sector republicano, que sobre todo era ateo, librepensador y contrario a la Iglesia. Hijos todos de la Institución Libre de Enseñanza fundada por el Francisco Giner de los Ríos. No eran marxistas ni socialistas, ni mucho menos anarquistas. Tenían una ideología de izquierdas más individualista, al estilo inglés. Lo que les unía era el deseo de crear una España verdaderamente democrática y avanzada económicamente, donde cupiesen todas las ideologías, y la Iglesia no tuviera tanto poder.
Su protagonismo fue tal que la Segunda República española no se entiende sin su figura. Fue el político más competente y más culto de su época. Fundó un partido importante, Acción Republicana, pero no era de masas. En el Gobierno provisional tomó el ministerio de la Guerra y obligó mediante decreto que el estamento militar jurara fidelidad a la República.
El Partido Socialista Obrero Español
Entraron a formar parte del gobierno provisional dos figuras históricas del socialismo español: Indalecio Prieto y Francisco Largo Caballero. Las dos vertientes del PSOE, la rama izquierdista y revolucionaria (Caballero) y la más moderada (Prieto).
El Partido Socialista y el sindicato UGT (Unión General de Trabajadores) fueron fundados en 1879 por el líder histórico Pablo Iglesias Posse. Desde los primeros momentos fueron engrosando sus bases tipógrafos, obreros de la construcción, mineros asturianos y obreros de las áreas industriales. El partido creció cuando se adoptó la estructura de las casas del pueblo. Todo pueblo español tenían un cuartel de la guardia civil, la iglesia, el ayuntamiento y, por supuesto, la casa del pueblo.
Cuando en 1925 murió Pablo Iglesias, el partido ya era de masas. En 1920 la UGT tenía alrededor de 200 000 miembros. Su sucesor, Francisco Largo Caballero, era muy popular entre la clase trabajadora. Desde que se fundó el partido, los socialistas habían estado zozobrando en las difíciles aguas de la política española. Una veces colaborando con el régimen establecido; otras coqueteando con los bolcheviques rusos y organizando revoluciones.
Pero dentro del PSOE había diferentes estrategias sobre cómo llegar al poder. Y estas se pusieron en evidencia tras la proclamación de la República. Indalecio Prieto era una de ellas, y la cara opuesta de Largo Caballero. Este último atraía a la clase obrera, mientras que el otro caía mejor en la clase media. Revolución y moderación son las dos caras que presentaría este partido y que chocarían constantemente ante cualquier problema político.
Las primeras elecciones de la joven República: junio de 1931
El Gobierno provisional organizó unas elecciones en junio, de las que saldrían unas Cortes provisionales y una nueva Constitución. La bandera roja y gualda se sustituyó por la tricolor roja, amarilla y morada. Se cambió el himno nacional: de la Marcha Real se pasó al Himno de Riego. Como ocurre cuando llega un nuevo régimen, las calles de muchas ciudades cambiaron de nombre para adecuarlas a los nuevos aires republicanos.
El 28 de junio tuvieron lugar las elecciones para las Cortes Constituyentes. Se hicieron mediante sufragio universal, pero masculino. Aunque aún el sufragio no llegaba a toda la población, las elecciones fueron las más libres de toda la historia de España. No se pudo evitar la influencia caciquil, pero por lo menos los resultados reflejaban fielmente lo que había votado la sociedad, con menores amaños y triquiñuelas.
La composición del Congreso quedó de la siguiente forma:
- PSOE: 117 diputados.
- Partido Radical: 89
- Partido Radical Socialista: 59
- Acción Republicana (partido de Manuel Azaña): 28
- Partido de Alcalá Zamora (republicanos conservadores): 27
- Agrarios: 26
- Progresista: 22
- Federalisatas: 17
Estos son los escaños de los partidos más importantes. También tuvieron escaños otros partidos conservadores, así como partidos nacionalistas catalanes, vascos o gallegos. Los partidos católicos y monárquicos, contrarios al nuevo régimen, sacaron unos exiguos resultados que pusieron en evidencia la crisis por la que pasaban. Pero no estaban desaparecidos. Con el tiempo volverán a surgir, siendo la punta de lanza contra la República.
La Constitución de 1931
Antes de las elecciones, un comité de las Cortes elaboró un proyecto de Constitución. El nuevo texto pecaba de partidista. Hubiese sido más inteligente por parte de los que la redactaron, crear una Constitución más neutral, con menos frases pomposas, y garantizando los derechos y libertades. No obstante, el nuevo texto constitucional traía muchas novedades:
- Se garantizaba el voto a la mujer. La edad para votar se establecía a partir de los 23 años.
- Solo habría una Cámara: el Congreso.
- El Jefe del Estado sería elegido democráticamente, y sus poderes quedaban limitados. No obstante, el Presidente de la República era el responsable de designar al jefe del Gobierno.
- Se separa Iglesia y Estado. Se empezarían a vigilar y fiscalizar todas las órdenes religiosas. La educación religiosa se suprime.
- Se instauraban los matrimonios civiles y el divorcio.
“España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Liberta y de Justicia”
Prólogo de la Constitución de 1931
Las medidas anticlericales de la Constitución provocaron la primera crisis en el Gobierno provisional. Hubo dimisiones y, finalmente, tomó el cargo de presidente de la República Niceto Alcalá Zamora. Este político católico se convirtió en un intento del nuevo régimen de aglutinar a los conservadores y católicos.
A finales del año 1931, la Constitución entró en vigor. El nuevo Gobierno elegido tendría que encargarse de elaborar todo el corpus legislativo que la desarrollase. Una tarea compleja y difícil que daba comienzo.
El bienio social-azañista
Este primer bienio, también conocido como bienio reformista, comenzó la titánica tarea de transformación que requería el país. fue una coalición de republicanos y socialistas liderados por Manuel Azaña, el nuevo jefe de gobierno. Tras la aprobación formal de la Constitución, comenzó a profundizar en las reformas que se habían iniciado durante el Gobierno provisional. Pero no transcurrió demasiado tiempo antes de que surgieran los problemas graves.
El suceso de Castilblanco
Este pueblo perdido de Extremadura pasó al primer plano de la política española debido a los sucesos que allí ocurrieron. Los socialistas querían llevar a cabo una manifestación que el gobernador de Badajoz había prohibido expresamente. Se mandó a la guardia civil para impedirla.
La guardia civil era muy impopular, sobre todo entre los sectores de la izquierda. Es por este motivo que cuando llegaron al lugar para impedir la manifestación, todo el pueblo se echó encima de los agentes. Cuatro de ellos murieron, siendo torturados. Un acontecimiento atroz que no tardó en saltar al primer plano de la política nacional. Las fuerzas contrarias a la República (que en realidad no quería participar del juego democrático), deseosas de buscar motivos para erosionar el nuevo sistema político, Castilblanco les vino a la perfección.
La guardia civil se vengó del suceso en otras partes del país, haciendo aumentar la violencia. Tampoco ayudaban las acciones de los anarquistas. En algunos pueblos, la CNT (Conferencia Nacional de Trabajadores) ocupó pueblos y abolió la propiedad privada. Esto obligaba a actuar, una vez más, a las fuerzas del orden.
La base de todos estos sucesos seguía siendo la propiedad de la tierra. El gobierno se plantea una ambiciosa reforma agraria. Mientras esto ocurre, los sucesos violentos van poniendo en cuestión a la República.
La reforma agraria
El Gobierno quería llevar a cabo una reforma agraria general al estilo de México. Las medidas que se adoptaron buscaban quitar poder a los terratenientes. Se instauró la jornada de 8 horas y se obligaba a pagar las horas extraordinarias en el campo.
Se creó una especie de jurados mixtos, compuestos por terratenientes y campesinos, para resolver las disputas salariales. Medidas muy novedosas que tenía difícil encaje en una España anclada en las costumbres, con partidos y movimientos sociales (de cualquier tendencia ideológica) que no miraban más allá que lo que alcanzaba su vista.
Una de las medidas más importantes fue la Ley de Términos Municipales. Obligaba a los terratenientes a dar trabajo a los habitantes de su población. Esto evitaba que el dueño de la tierra buscara mano de obra más barata y necesitada en otros pueblos y lugares.
Los trabajadores sin tierra se afiliaron en masa a la UGT y a la FNNT (Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra). Mientras, el Gobierno intentaba dar tierras a más de 70 000 agricultores. Una medida que para los socialistas se quedaba corta; y para los conservadores era una auténtica locura. A pesar de todas estas medidas, las inversiones en el campo para modernizarlo seguían pendientes. La cuestión agraria, a pesar de las buenas intenciones del Gobierno, no se solucionó. El campo terminó siendo uno de los factores de empuje hacia el abismo de la guerra civil.
Las conspiraciones contra la República
El Ejército, muy a pesar de los republicanos, era una institución a tener en cuenta en España. Las medidas del nuevo Gobierno, sobre todo concediendo a Cataluña un nuevo estatuto de autonomía, estaban cabreando a muchos oficiales.
El Ejército tiene muchos problemas. Es un cuerpo ineficaz y anticuado. La guerra de Marruecos lo había puesto en evidencia. No se había modernizado su equipo, y era muy poco operativo (sobre todo si lo comparamos con ejércitos como el francés, el inglés o el alemán). Tenía un excesivo número de mandos que consumían todos los recursos: un oficial por cada 9 soldados.
Debido a todo esto, solo era útil para inmiscuirse constantemente en los asuntos políticos del país y llevar a cabo pronunciamientos. Desde el reinado de Fernando VII, el ejército español ya no era una fuerza que defendía la integridad y los intereses del país. Los mandos se habían acostumbrado a la política. Esto era un gran problema que la República tenía que solventar. Y tal y como sucedieron después los acontecimientos, no hubo mucho éxito.
El golpe militar del general Sanjurjo
La guerra en Marruecos había creado un cuerpo de oficiales que querían resolver los problemas de España a la manera marroquí. Nombres como Sanjurjo, Franco, Queipo de Llano, Millán Astray, Emilio Mola, Yagüe, Goded o Varela, entre muchos otros, serán los denominados africanistas que se levantarán en armas contra la República.
Las conspiraciones, que se habían iniciado en cuanto se proclamó la joven República, culminaron en el alzamiento del general Sanjurjo (la «sanjurjada«), en agosto de 1932. El león del Rif, como así se le llamaba, lideró un pronunciamiento para apoderarse de los edificios más importantes de las principales ciudades.
La rebelión había sido organizada por militares aristócratas, carlistas y monárquicos. Pero desde el principio fue un fracaso. Azaña ya se había enterado de lo que se estaba cocinando, y el Gobierno paró el golpe. En Sevilla el alzamiento fue relativamente bien; no se puede decir lo mimo de Madrid. En la capital, tras una refriega en Cibeles, los rebeldes fueron detenidos.
El golpe vino a alentar aún más la violencia de las izquierdas, que convocaron inmediatamente una huelga general. Ante el fracaso, Sanjurjo huye a Portugal, pero es detenido en Huelva. Fue trasladado a Madrid y juzgado, junto a todos los organizadores del golpe.
Después del golpe militar, el Gobierno de Azaña suspendió los medios de comunicación de derechas como el ABC, El Debate e Informaciones, entre otros. Se arrestaron a muchos políticos y militares de derechas de manera preventiva. La situación idílica de los primeros momentos del nuevo régimen estaban desapareciendo. Otra circunstancia más vendría a complicar la ya complicada de por sí política española: Casas Viejas.
Casas Viejas
Durante 1932 se produjeron revueltas campesinas y levantamientos anarquistas en Cataluña. En algunos casos, las consecuencias se tornaron a violentas. Como ocurrió en la localidad gaditana de Casas Viejas.
En este pueblo hubo un levantamiento anarquista que obligó a intervenir a la guardia civil. Los anarquistas se apoderaron de la localidad y los agentes, impotentes, pidieron ayuda a compañeros de localidades cercanas.
El Gobierno respondió al llamamiento y envió un cuerpo de guardias de asalto para restaurar el orden. Los guardias de asalto era un cuerpo especial creado por la República para su defensa. Estaban mejor equipados que la guardia civil. Ellos se encargaron de expulsar a los anarquistas del pueblo, los cuales se refugiaron en los montes cercanos.
Seguidamente, los agentes de la guardia civil, junto a los guardias de asalto, fueron registrando casa por casa buscando armas. Todo el asunto se fue de las manos en el momento en el que los agentes llegaron a la casa del anarquista apodado “Seisdedos”. En torno a su vivienda comenzó un asedio. Seisdedos se atrincheró junto a su mujer y 5 personas más. Desde dentro mató a dos guardias de asalto, lo que cabreó aún más a los agentes.
Así durante toda la noche. Los agentes, enfurecidos e impotentes, decidieron rociar la casa con gasolina y prenderle fuego. Todos los que estaban dentro murieron calcinados. Pero aquí no acabó todo. Las fuerzas del orden, en venganza, fusilaron a muchos prisioneros capturados el día de antes.
Cuando la noticia saltó a los titulares, el Gobierno no supo cómo responder. Azaña, por lo que se sabe, no había dado órdenes de fusilar a nadie. Lo más probable fuera que los mandos actuaran por su cuenta. De todas formas, fue un palo muy duro para la imagen del gabinete de Azaña. Fue criticado por las derechas, como era costumbre, pero también por las izquierdas, que denunciaban la crueldad con la que actuaba el Gobierno. Así comenzó el declive de Azaña hasta las elecciones de noviembre de 1933.
La CEDA de Gil Robles
La CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) se había creado a partir de Acción Popular. En principio, la CEDA pretendía ser un partido católico que se acomodase en un sistema democrático. Se fundó oficialmente en marzo de 1933 para presentarse a las elecciones de noviembre de ese mismo año.
Lo lideraba un joven un abogado de los jesuitas, José María Gil Robles. Era monárquico, y en el fondo pensaba que más temprano que tarde se suprimiría la democracia en España. Algunos de sus seguidores admiraban a los nazis. Las JAP (Juventudes de Acción Popular), las juventudes del partido, eran abiertamente antidemócratas.
Hacia 1933 se habían convertido en un partido de masas, serio candidato a ganar las elecciones. El PSOE, el partido más grande y organizado de España, estaba viendo con recelo el ascenso de este partido conservador. A cada día que pasa su fe en la República se va disipando.
Falange Española de José Antonio Primo de Rivera
José Antonio Primo de Rivera, joven abogado e hijo del anterior dictador, se metió en política para honrar la memoria de su padre. Era un fascista declarado, pero no fue él quien inició el movimiento fascista en España.
El origen del fascismo lo encontramos en la dictadura de Primo de Rivera. Más tarde, lo impulsaron algunas figuras como Ernesto Giménez Caballero, Ramiro Ledesma Ramos y Onésimo Redondo, atraídos por la Italia de Mussolini y el nazismo de Hitler.
Ramiro Ledesma y Onésimo Redondo fundaron en 1931 las JONS (Juntas Ofensivas Nacional Sindicalistas). Inspirados en ideas nazis, buscaban un resurgir del Imperio español. Eran muy críticos con las fuerzas conservadoras de toda la vida, aunque veían al catolicismo como un pilar básico del nuevo estado que querían crear. Por ahora, su movimiento era muy débil, y con escasa implantación.
En 1933, un grupo de jóvenes se reunía en torno a la figura de José Antonio y fundaban Falange Española. Era un partido de señoritos aristócratas que no les gustaba la democracia ni los partidos políticos. Creían fervientemente que el futuro pasaba por los sistemas políticos que se habían creado en Italia y Alemania.
Una reunión entre Ledesma y José Antonio cristalizó en la formación del partido Falange Española de las JONS en 1934. Muy pronto la figura de José Antonio eclipsaría a las demás, convirtiéndose en el líder indiscutible, tanto en el Congreso como en la calle. Lemas como “¡Arriba!”, “¡España, Una, Grande, Libre”!, se harán muy conocidos. El fascismo español comenzaba su andadura.
El Partido Comunista de España (PCE)
Los comunistas se convirtieron en una escisión de las juventudes socialistas. Tras la Revolución Rusa, un grupo de jóvenes se declaró favorable a la Unión Soviética, y se creó el PCE.
Los anarquistas y socialistas, tras sendos viajes a Moscú, decidieron no entrar en el Komintern (la Internacional Comunista). El propio Pablo Iglesias, la figura con más peso del PSOE, organizó una campaña durante los años 20 para que el partido se desvinculara de Moscú. Los socialistas, tras una votación a sus bases, decidieron no adherirse a la Tercera Internacional. Esto provocó que los que no estaban conformes con la decisión se separasen.
Así, en 1921 se formó el Partido Comunista Obrero Español, que integraba personalidades que tendrán gran relevancia histórica como Dolóres Ibárruri “la Pasionaria”. Durante la dictadura de Primo de Rivera, el partido quedó muy mermado a causa de las diversas detenciones.
Cuando se proclamó la República, el partido era muy minoritario y con escasa implantación social. No podía competir con el partido de masas que era el PSOE. Las directrices de Moscú al PCE fueron muy claras desde el principio: obstaculizar el establecimiento firme del régimen republicano. Su secretario general, José Bullejos, cuestionó algunas directrices de Stalin y fue expulsado. Tomó el mando del partido José Díaz, más obediente a Moscú.
El Partido Comunista causaba una alarma desmedida a las fuerzas conservadoras y de derechas. Eran muy minoritarios, pero se organizaban muy bien. Su propaganda era muy efectiva, confundiendo a muchos de la clase media que pensaban que toda la izquierda era comunista. Conforme vaya deteriorándose la situación española, el Partido Comunista desarrollará la estrategia de unirse a todos los partidos de izquierda para crear un frente antifascista.
Las elecciones generales de 1933
En noviembre se convocaron nuevas elecciones. Azaña se presentó su programa defendiendo las medidas que habían llevado a cabo. Pero a estas alturas ya había muchas personas desilusionadas con la República. Lo cierto es que los inmensos problemas que arrastraba el país no podían solucionarse en una sola legislatura; ni en dos, ni en tres. Aún así, ya se había agotado la paciencia de muchos.
Las medidas de Azaña habían enfadado mucho a la clase media y aristocrática sin satisfacer a los trabajadores. La consecuencia inmediata fue la pérdida de las elecciones por las izquierdas:
- CEDA: 115 escaños.
- Partido Republicano Radical: 102
- PSOE: 60
- Partido Agrario Español: 30
- Liga Catalana: 24
- Renovación Española: 14
- Acción Republicana (de Azaña): 8
- PCE: 1
- Falange Española de las JONS: 1
Los datos que se muestran son solo de algunos partidos, pero se presentaron muchos más. Lo importante a destacar es que las derechas terminaron ganando los comicios. Por primera vez en la historia de España, las mujeres participaron en las elecciones. Los expertos coinciden que el voto de la mujer favoreció en gran medida a la derecha, tal y como había ocurrido también en los restante países europeos.
El bienio conservador
A partir de aquí, la historia de España se caracteriza por su constante desintegración como país. Y a esto ayudaron tanto la derecha como la izquierda. Quizás era en lo único que coincidieron.
Se creó una coalición de centro que dirigían los radicales con apoyo de la CEDA, que no entró en el Gobierno. Lerroux se convirtió en jefe del Gobierno y armó un equipo de ministros muy poco moderado. El presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, a pesar de ser católico, se fiaba muy poco de Lerroux debido a su corrupción.
Tras formarse el Gobierno conservador, los anarquistas lo pusieron a prueba con una serie de huelgas generales en todo el país. La huelga más larga, la de Zaragoza, duró más de 50 días. Lo cierto es que todo el mundo trabajaba para derrocar la República. Por un lado, las izquierdas no aceptaban el resultado de las urnas, y mediante huelgas intentaban constantemente subvertir el orden; por otro, los empresarios, ante la victoria de las derechas, se vieron con la potestad de bajar los salarios de sus empleados. Y en este enfrentamiento hubo muchos muertos, heridos y encarcelados.
El nuevo Gobierno comenzó a deshacer toda la legislación del primer bienio azañista. Se restableció a la oligarquía agraria, se suspendió la sustitución de las escuelas religiosas, la ley de Regorma Agraria no se aplicó y se decretó una amnistía para todos los presos políticos (la cual pretendía poner en libertad a todos los implicados en el golpe militar de 1932, incluido Sanjurjo).
La radicalización del país
Lo que se estaba observando en cada ciudad y pueblo de España es una preocupante polarización ideológica. Se iban eliminando poco a poco las sutilezas y los términos medios. El Partido Socialista, con Largo Caballero a la cabeza, se inclina cada vez más por la revolución, en sintonía con los anarquistas y los comunistas. Solo los republicanos azañistas, y una parte cada vez más pequeña del socialismo, liderada por Prieto, se mantenían fieles al sistema.
Los malos augurios se estaban imponiendo. Azaña avisó a Largo Caballero de lo peligroso que sería para los socialistas emprender la vía de la revolución. Largo Caballero lo desoyó. En el comité nacional del partido impuso sus tesis. Muchos socialistas moderados, viendo la deriva del partido, dimitieron. De esta forma Largo Caballero comenzó a organizar un levantamiento proletario general.
Por parte de las fuerzas conservadoras, el panorama no era mejor. Las políticas del Gobierno, sobre todo la amnistía, estaban alentando nuevas conspiraciones. Las juventudes de la CEDA eran abiertamente reaccionarias. Los lerrouxistas del Gobierno practicaban una política muy conservadora y antirrepublicana. Su política se afanaba más en deshacer toda la legislación anterior que en crear una nueva.
Por su parte los monárquicos fueron a Italia a visitar a Mussolini. Querían que el Duce se comprometiera a ayudarles económica y militarmente en un futuro golpe de estado. El dictador italiano se comprometió en la empresa. Los carlistas, con su líder Fal Conde a la cabeza, se prepararon.
El gobierno Samper
Lerroux decidió dimitir. Estaba enormemente cabreado con las vacilaciones que el presidente de la República estaba poniendo para firmar el decreto de amnistía a los golpistas. Alcalá Zamora decidió nombrar a jefe del Gobierno a otro lerrouxista, Ricardo Samper.
El Gobierno de Samper fue débil y efímero. Samper estaba constantemente eclipsado por la figura de Gil Robles, que estaba liderando las fuerzas conservadoras en el Congreso. Los numerosos rumores que apuntaban a que Gil Robles iba a entrar como ministro preocupaba a la izquierda. La UGT y la CNT habían declarado públicamente casi como un acto de guerra si Gil Robles era nombrado ministro.
El líder de la CEDA retiró el apoyo político a Samper, que dimitió. Alcalá Zamora llamó de nuevo a Lerroux para que formara Gobierno. El nuevo gabinete estaba compuesto por tres ministros de la CEDA, pero en ninguno de ellos estaba Gil Robles. Esto fue una provocación para los anarquistas y socialistas.
La revolución de octubre de 1934
La revolución de octubre supuso, en muchos aspectos, un antes y un después. La situación era ya difícil, pero tras estos sucesos se hizo insostenible. Las izquierdas seguían empeñadas en derribar el único régimen que, quizás, podría ser una solución de progreso para el país. Y en este empeño se lo ponían muy fácil a las fuerzas reaccionarias, que quería sustituir la República de una vez por todas.
En octubre de 1934 se intentó un levantamiento general de la clase obrera en algunas ciudades del país. En Madrid, las fuerzas del orden la aplastaron con rapidez. En Cataluña, Companys aprovechó la situación y, aconsejado por su gabinete, decidió llevar a cabo un intento de separación de España.
Cataluña
Companys proclamó “el Estado Catalán como parte de una República Federal española”. Todo esto era solo el preludio de las complicaciones que se avecinaban. Se produjeron enfrentamientos entre los escamots que defendían a Companys (presidente de Cataluña) y las fuerzas del orden de la República.
Murieron en los enfrentamientos muchos de ellos. Al final, el ejército tuvo que intervenir, declarando el estado de guerra. Companys y todo su gobierno fue detenido, y el patético intento de pseudo independencia, parado.
Toda la resistencia en Barcelona se apagó rápidamente. La revolución de “octubre” fracasó en Cataluña y Madrid. Sin embargo, hubo una sangrienta excepción: Asturias.
La revolución de Asturias
En Asturias, la revuelta adquirió tintes dramáticos. Y fue así debido al carácter de los duros mineros de la región. A diferencia de otras partes del país donde la revolución fracasó por la división de las izquierdas, en Asturias, comunistas, socialistas y anarquistas colaboraron estrechamente, como uno solo.
Además, el alzamiento se organizó meticulosamente, y los mineros estaban bien provisionados de armas y dinamita. La señal para la acción sería la entrada de la CEDA en el Gobierno.
La insurrección comienza el día 5 de octubre en Oviedo. 50 000 mineros atacan puestos de la guardia civil, iglesias y ayuntamientos por toda Asturias. A los pocos días, la provincia estaba en sus manos. En cada pueblo y ciudad se creó un comité revolucionario para gestionarlos. Las fábricas son incautadas, y se llama a todos los trabajadores para constituir un “ejército rojo”. Sin duda, el Gobierno republicano ha perdido el control de Asturias.
Las luchas serias comenzaron en Oviedo y Gijón, donde estaban establecidos unos 2000 soldados del ejército. Los militares poco podían hacer. Eran muy inferiores en número, y su estrategia se basó en resistir en sus puestos hasta que llegaran refuerzos.
El Gobierno de Lerroux estaba en la peor de las situaciones. Asturias estaba completamente perdida. Las fuerzas del orden había sido vencidas, y la única posibilidad que le quedaba era trasladar allí al ejército. Aunque esto supusiese reconocer que en Asturias se llegaría a un guerra civil no declarada.
Francisco Franco
Francisco Franco Bahamonde, a sus 42 años de edad, es requerido por el Gobierno para aplastar la insurrección de Asturias, como jefe del Estado Mayor. ¿Por qué Franco? Este joven general conocía muy bien Asturias, pues estuvo destinado un tiempo allí. Además, viendo el cariz que habían tomado los acontecimientos, se pensaba que el ejército regular no sería efectivo. Por eso se solicitó a la Legión Extranjera y las tropas marroquíes para que fueran dirigidas por Franco. Era la única fuerza de choque profesional que podría vencer a los mineros.
Columnas de legionarios fueron enviados inmediatamente comandadas por Yagüe y López Ochoa, bajo el mando supremo de Franco. Los legionarios, de manera muy profesional, y apoyados por la aviación, tomaron en pocos días Oviedo y Gijón. Pero la batalla había dejado un reguero de muertos. La represión por parte de los conquistadores fue muy dura.
Belarmino Tomás, el máximo dirigente de los mineros, decidió deponer las armas. Se consiguió un acuerdo de rendición en el que se incluía la retirada de Asturias del la Legión y lo regulares. Pero cuando el acuerdo se hizo efectivo, esta cláusula no se cumplió.
Las cifras de muertos nos indican la magnitud del enfrentamiento: en torno a las 2000 personas murieron; más de 3000 fueron heridas. Varios miles fueron hechos prisioneros y las casas de pueblo se convirtieron en improvisadas cárceles. En ellas, continuó la represión de legionarios y regulares.
Analizados estos acontecimientos, es razonable pensar que a estas alturas era imposible evitar una guerra civil. Habría sido necesario un esfuerzo sobrehumano por parte de todos que, por supuesto, no se iba a realizar.
Las consecuencias de Octubre
El Gobierno clausuró la sede central del Partido Socialista, y casi todos sus dirigentes terminaron en la cárcel. Lo mismo ocurrió con todo el Gobierno catalán, con Companys a la cabeza. Muchos anarquistas también fueron apresados.
Cabe destacar la injusticia que se hizo con Azaña. El dirigente republicano, que se había opuesto siempre a cualquier tipo de alzamiento o revolución, fue también detenido. Mientras ocurrían los sucesos en Cataluña, Azaña había acudido a Barcelona para asistir a un funeral. En medio de la confusión, y creyendo el Gobierno que Azaña conspiraba con dirigentes de Esquerra Republicana, fue arrestado. A pesar del error, Lerroux lo mantuvo en la cárcel varios meses.
Mientras que las izquierdas empezaron con el proceso de mitificación de lo ocurrido en Octubre, las derechas, en el Gobierno, implantaron medidas más duras. La radicalización definía a ambos bandos, cada vez más homogéneos, cada vez con más odios. En medio, unos cuantos que no eran escuchados, y no tenían masas de seguidores. España se precipitaba al abismo.
La caída del partido radical de Lerroux
El jefe del Gobierno tuvo un dilema tras la revolución de Octubre. Su ala más dura pedía la cabeza de los rebeldes. No obstante, Lerroux se movió con criterio, y estimando las consecuencias tan desastrosas que implicarían ejecutar las sentencias de muerte de los condenados, tomó la decisión de conmutarlas.
En señal de protesta los ministros de la CEDA dimitieron. Esto obligó a Lerroux a armar un nuevo gabinete. Tras duras negociaciones, entraron a formar parte del nuevo Gobierno 5 dirigentes de la CEDA, entre ellos estaba Gil Robles como ministro de la Guerra. Inmediatamente, Gil Robles nombró a Franco jefe del Estado Mayor, en agradecimiento a su labor en Asturias.
Este Gobierno intentó llevar a cabo una reforma de la Constitución, pero no hubo acuerdo con los cedistas. A esto se sumó la intención de devolver a Cataluña alguna de las competencias perdidas tras el intento separatista de Comapanys en octubre. Para la CEDA esto último ya fue demasiado y volvió a retirar su apoyo a Lerroux.
Alcalá Zamora designó como jefe del Gobierno a Joaquín Chapaprieta, un financiero independiente. Pero debía ponerse de acuerdo con Gil Robles si quería gobernar. Un asunto saltó a la primera plana, y tenía que ver con Alejandro Lerroux.
El escándalo del estraperlo
Un holandés que vino a España, Daniel Strauss, había diseñado un tipo de ruleta llamada straperlo. Convenció a Lerroux y a parte de su familia para que la introdujeran en España, garantizándoles grandes beneficios. También estaban implicadas otras personalidades, como el alcalde de Madrid o algunos gobernadores.
El juego era una estafa de la que se estaban beneficiando Lerroux y su familia. Cuando se descubrió este asunto, y salió a la luz pública, el Gobierno entró nuevamente en crisis. Gil Robles no era muy partidario de dar estabilidad al Gobierno. Tenía en el horizonte unas elecciones que podía ganar su partido. Era la única manera de llegar al poder, ya que el Presidente de la República se negaba una y otra vez a ofrecerle el cargo.
La enemistad manifiesta entre Gil Robles y Alcalá Zamora decidió el destino. Alcalá Zamora le pidió a Portela Valladares que formara un Gobierno provisional para preparar unas nuevas elecciones. Se armó un gabinete de centristas moderados que levantó un poco la mano de la censura. Eso posibilitó que las izquierdas, heridas de muerte y con sus líderes en la cárcel, levantaran cabeza. Las elecciones pondrían en evidencia la polarización del país. Todos fueron a las urnas, pero casi nadie creía en ellas.
El Gobierno del Frente Popular
No fue un desarrollo normal de las elecciones. España estaba muy politizada y polarizada. Los mítines electorales eran multitudinarios, llenando estadios y plazas de toros. El lenguaje empleado por los políticos era belicista, síntoma de los rencores que se habían creado. Daba la impresión de que estas elecciones iban a ser las últimas.
Incluso los obispos se metieron en política, aconsejando a sus fieles que no votaran al Frente Popular. De esta forma, tanto izquierda como derecha avisaban de que no aceptarían un resultado “peligrosamente” contrario a sus intereses. Socialistas y comunistas asustaban a su electorado argumentando que si no les votaban, España se convertiría en una dictadura fascista; la CEDA y Calvo Sotelo (la nueva figura del antirrepublicanismo) convencían a los suyos advirtiéndoles que si ganaba el Frente Popular, la bandera comunista ondearía por todo el país.
El Frente Nacional
La CEDA empezó a organizar en muchos sitios listas comunes con otras fuerzas de derechas, sobre todo con monárquicos y agrarios. Estos acuerdos locales se agruparon bajo la denominación Frente Nacional. Gil Robles no pudo sumar a Falange Española. José Antonio había exigido a Gil Robles unas demandas que para el líder cedista eran inasumibles.
El centro seguía existiendo, pero muy débil. Se presentaron a las elecciones el partido de Lerroux (que de centro ya tenía poco) y los seguidores de Alcalá Zamora, el presidente católico de la República. También el partido que artificialmente, y de forma rápida, había montado Portela Valladares. Pero también se presentaba el PNV (Partido Nacionalista Vasco) y los catalanes de la Lliga.
El Frente Popular
La izquierda acudía a las elecciones mucho más unida. Todas las fuerzas se agruparon en el bloque llamado Frente Popular. Los comunistas, siguiendo ahora las nuevas directrices de Stalin, estaban dispuestos a colaborar con lo que ellos denominaban partidos burgueses. Ante el inminente peligro que suponía Hitler, aceptaron entrar en el juego democrático.
Los socialistas también entraron en la alianza. El ala moderada, liderada por Prieto, convenció al partido. Largo Caballero era contrario, fiel defensor de la vía revolucionaria. Azaña, con su partido Izquierda Republicana, fue el que organizó esta alianza. Su popularidad entre la izquierda había crecido al ser encarcelado por casualidad en su viaje a Barcelona.
Sorprendentemente, los anarquistas pidieron en el último momento votar en las urnas al Frente Popular, aunque no participasen en él. Su apoyo se decantó gracias a que su programa político incluía una amnistía hacia los presos.
Las elecciones de febrero de 1936
Dentro de la anormalidad de la política española, las elecciones se desarrollaron con cierta calma, con la participación más alta de todas las citas electorales. Los resultados fueron los siguientes:
- Frente Popular: 47 % de los votos y 263 escaños.
- Frente Nacional: 45 % de los votos y 133 escaños.
- Partidos del centro: entre el 5 y 6 % de los votos y 77 escaños.
Entre las izquierdas y las derechas hubo un empate casi técnico, pero el sistema electoral vigente primaba en escaños a la fuerza vencedora. De esta forma, el Frente Popular ganó las elecciones para formar un nuevo Gobierno.
Lo claro de estas elecciones son los dos polos opuestos que se habían creado, liderados por Gil Robles y Manuel Azaña. El centro se difuminó en un país demasiado apasionado. Hay que recordar que todas las elecciones que se habían celebrado durante la Segunda República, a pesar del caciquismo y otros problemas, reflejaron unos resultados fiables.
Todos los que de una forma u otra colaboraban por derribar el régimen, no se daban cuenta de que el sistema parlamentario funcionaba, y que de media votaban el 70 % de los electores. Pero la propaganda tergiversó todo, mostrando un panorama desolador. Ni Azaña era un revolucionario, ni Gil Robles un fascista. Pero ambos lideraban unas fuerzas que, en su mayor parte, criticaban el sistema; o directamente querían acabar con él.
Azaña, nuevo jefe del Gobierno
Cuando se hicieron públicos los resultados de las elecciones, algunos militares intentaron llevar a cabo un golpe de estado. Franco, jefe del Estado Mayor, se negó a secundarlo argumentando que la guardia civil se pondría del lado del Gobierno.
Portela Valladares se adelantó a los acontecimientos y dejó el poder en manos de Azaña. Este formó un Gobierno con miembros de su partido y con los del partido de Unión Republicana de Martínez Barrios. Inmediatamente se decretó la amnistía y todos los presos salieron de las cárceles, incluidos Companys y el socialista Largo Caballero.
El Gobierno comenzó la andadura en un país que mantenía una calma tensa. Azaña puso en los puestos clave de la policía a personas de confianza. Franco y Goded fueron destituidos de sus puestos y enviados a las Canarias y Baleares respectivamente.
Se volvieron a los planes del primer bienio. Se puso en marcha, otra vez, la Reforma Agraria, y prosiguió la sustitución de las órdenes religiosas en la enseñanza. Al mismo tiempo se efectuaba la segunda vuelta de las elecciones que terminaron por confirmar la victoria del Frente Popular.
La violencia se extiende por el país
Después de las elecciones de febrero, las derechas dan por perdido cualquier intento de integración en el sistema establecido y empiezan las conspiraciones. En la calle la violencia se recrudece. Socialistas y anarquistas, liberados tras la amnistía, colaboran en el caos. Las JAP y Falange llevan a cabo un desorden intencionado para justificar un golpe de estado. José Antonio no puede contener a la juventud de su partido, que cree ilusionada que ha llegado la hora.
Un reguero constante de muertos en las calles del país eran provocados por pistoleros de la FAI y la CNT, así como de las juventudes de falange. Los socialistas no estaban al margen. Largo Caballero seguía empeñado en llevar a cabo la revolución, incitando constantemente a la juventud. Pareciera que todo el mundo buscaba con entusiasmo desmedido una guerra civil.
La destitución de Alcalá Zamora
Un nuevo episodio en la política española venía a radicalizar la situación. Alcalá Zamora era la única figura moderada de importancia que creía en la República. A pesar de la crisis existente, Alcalá Zamora seguía siendo un firme partidario del parlamentarismo. Lo había demostrado durante su mandato como presidente.
“Sol y sombra. Eso es España”
Lawrence Fernsworth, periodista estadounidense
En la Constitución republicana había una cláusula que indicaba que el presidente de la República podía ser destituido si disolvía dos veces las Cortes; es lo que Alcalá Zamora había hecho. Las izquierdas decidieron aprovechar esta situación para eliminarlo del panorama político.
Largo Caballero y sus seguidores pensaban que el presidente solo era un elemento más de la reacción. Cuando la iniciativa de destitución se llevó a las Cortes, Alcalá Zamora se vio completamente solo. No tenía el apoyo de Gil Robles y la derecha después de la acciones anteriores del presidente por tenerlos alejados del poder; tampoco el apoyo de las izquierdas por considerarlo un derechista peligroso. Era un fiel reflejo de cómo estaba las fuerzas de centro: completamente solas. En España ya no había lugar para términos medios…
Azaña se convierte en presidente de la República
Alcalá Zamora se fue sin que nadie lo lamentase. Pero tendrían que haberlo hecho. Cada vez quedaban menos figuras en la vida pública capaces de parar lo que se avistaba en el horizonte. Manuel Azaña era la única figura de consenso que las izquierdas podían apoyar para presidente de la República. Los socialistas apoyaron su nombramiento porque pensaban que sería una figura débil. En realidad, Largo Caballero estaba preparando el asalto al poder con una nueva revolución.
Mientras, la violencia continuaba. El abril de 1936, Azaña sufre un atentado durante un desfile. Una bomba es lanzada sin que dañase a Azaña. Murió por error un guardia civil por disparos de los guardias de asalto. Durante su entierro se entabló una batalla entre falangistas y juventudes socialistas que dejó una docena de muertes.
El gobierno de Casares Quiroga
Elegido Azaña presidente de la República, designó a Casares Quiroga como jefe del Gobierno. Este nuevo gabinete se enfrentará al mayor desafío que tendrá la joven República: el alzamiento militar.
Azaña estaba empeñado en armar un gobierno de hombres de centro que pudieran salvar al país de la guerra civil. Pero Largo Caballero, que controlaba todo el Partido Socialista, bloqueaba esta iniciativa. Prieto, socialista defensor de la postura moderada, estaba casi marginado en su partido.
En su congreso anual celebrado en Zaragoza, los anarquistas decidieron continuar su camino hasta alcanzar el “comunismo libertario”. García Olivier y Durruti, las máximas figuras del anarquismo español, serán protagonistas en una inminente guerra civil.
Parece ser que todos los actores estaban ya preparados para un enfrentamiento. Sin embargo, tanto de un bando como de otro, no son conscientes de las implicaciones que un futuro tendrá su retórica belicista. El país se encamina con paso veloz a su etapa más oscura: la guerra civil española.
Camino hacia la guerra civil española
Para las fuerzas de derechas la revolución era ya cuestión de tiempo. Era esencial pararla. Es por ello que se hizo causa común entre casi todas las fuerzas (parte de la clase media y los empresarios, la CEDA, monárquicos, carlistas, falange e incluso miembros del Partido Radical de Lerroux) para una conspiración antirrepublicana.
La preparación del alzamiento militar
La figura de Gil Robles, como líder del bloque de las derechas, se fue progresivamente difuminando por el talante de Calvo Sotelo, líder de Renovación Española. Calvo Sotelo no era tan ambiguo como Gil Robles en su postura política. Defendía acabar con el régimen parlamentario, sin paliativos. Era un ejemplo visible de que las derechas había adoptado la vía militarista.
En la conspiración estaban implicados de forma directa monárquicos y militares. Entre estos últimos, estaban generales como Fanjul, Orgaz, Goded y Emilio Mola. En marzo se celebró una reunión en la que se acordaron varios puntos importantes. Por un lado, a la cabeza de la sublevación se pondría al general Sanjurjo, exiliado en Portugal. Mola la encabezaría en el norte de España, mientras que se designaba a los oficiales que se levantarían en armas en las diferentes regiones del país.
Al parecer, los conspiradores solicitaron a Franco que encabezara el golpe, pero se negó argumentando que la persona ideal sería Sanjurjo. El golpe no tenía un objetivo claro, excepto el derribar al Gobierno. Más tarde se discutiría el sistema político. Todavía no tenían muy claro cómo apoderarse de las distintas ciudades, y que apoyos tendrían llegado el caso.
El plan de los conspiradores
El plan estaba concienzudamente organizado por Mola. En cada ciudad del país, así como en la colonia marroquí, se organizarían levantamientos de las guarniciones militares. Era consciente que la época de los pronunciamientos militares al viejo estilo ya no funcionaban. Por eso se le llamaba “movimiento”, ya que era necesario el apoyo civil para que triunfase.
Una vez en el poder, no se contentarían con un Gobierno al estilo de Primo de Rivera. Se quería uno más duradero que impusiera un orden social estable. A todos los conspiradores se le enviaron instrucciones detalladas para apoderarse de los edificios públicos de todas las ciudades.
Inmediatamente después del triunfo del alzamiento militar, se instauraría una Junta Militar que presidiría Sanjurjo en cuanto llegase de Portugal. En la toma de las ciudades, los militares contaban con la inestimable ayuda de falangistas y carlistas. Aunque seguían las dudas sobre lo que haría finalmente la guardia civil, si se mantendría o no leal a la República.
Mola dio instrucciones para que el alzamiento fuera todo lo violento posible para cortar en seco la reacción del Gobierno y de las izquierdas, cuyas milicias estaban armadas. También estaba previsto encarcelar a todas las figuras políticas y sindicales de la izquierda.
El gobierno se enteró de la conspiración y destituyó de sus puestos a algunos generales. Pero seguía sin tomarse en serio esta amenaza. Azaña creía tener controlado este asunto, pues todos los comandantes de división eran republicanos. Eran los generales y coroneles, por debajo del escalafón, los que estaban conspirando.
Sin embargo, entre los conspiradores había una pregunta que se repetía una y otra vez: ¿qué va a hacer Franco? Desde Canarias, Franco aún no había aclarado su postura. Desde la cárcel, José Antonio (había sido encarcelado por el Gobierno con la excusa de alentar el terrorismo) no quería involucrar a Falange en otro golpe militar. Pero sus seguidores estaban ya demasiado implicados. Todos deseaban apoyar el alzamiento.
El viaje del avión Dragon Rapide
En los últimos momentos de los preparativos de la conspiración, Franco tomó la determinación de unirse al golpe. Había escrito y enviado una carta al presidente del Gobierno, Casares Quiroga, advirtiéndole del descontento que había en el ejército. No fue contestada.
Como estaba destinado en Canarias, se organizó su viaje para trasladarlo a Marruecos a encabezar el alzamiento. Luís Bolín, periodista destinado en Londres, alquiló el avión Dragon Rapide. Contrató además a un piloto inglés para trasladar el avión desde Gran Bretaña a las Islas Canarias.
A Quiroga y a Azaña le comenzaron a llegar informaciones serias de la conspiración. Pensaban que la mejor forma de actuar sería dejar que se llevara a cabo el golpe para después aplastarlo, como había ocurrido en 1932 con la sanjurjada. Fue un error. Lo que se avecinaba no era un golpe militar al uso, sino un alzamiento militar en todas las ciudades con un apoyo importante de muchos civiles.
El asesinato del teniente Castillo
José Castillo era teniente de los guardias de asalto, y figura odiada de las derechas. Era un socialista convencido que había estado instruyendo militarmente a las juventudes socialistas. Estaba en el punto de mira de Falange.
El 12 de julio de 1936, a las 9 de la noche, José Castillo sale de su casa. Se acercaron a él un grupo de hombres armados y lo mataron a tiros, escapando rápidamente del lugar. Aunque este asesinato fue el más famoso, también habían muerto otros guardias de asalto a manos de pistoleros.
La noticia cabreó al cuerpo de guardias de asalto. Se quejaron al Gobierno ante lo sucedido, pero la respuesta que recibieron fue insuficiente para ellos. Decidieron tomarse la justicia por su mano. Salieron a detener a algunos falangistas. Uno de los coches oficiales, con algunos guardias de asalto de paisano, se dirigió hacia la casa de Calvo Sotelo.
El asesinato de Calvo Sotelo
Los guardias de asalto llegaron a la vivienda del político de Renovación española y lo sacaron de ella. Lo montaron en el coche, y durante el trayecto lo asesinaron. Se detuvo a los responsables, pero cuando la noticia se hizo pública, todas las fuerzas conservadoras acusaron al gabinete de estar implicado en el asesinato.
Para las clases medias y aristocráticas, la noticia les produjo un shock. Calvo Sotelo había sido asesinado por las fuerzas que supuestamente deberían garantizar el orden. A partir de este momento, para muchos la República ya no tenía sentido, y comenzaron a apoyar sin fisuras la conspiración. Las pasiones lo inundaban todo, y en este caso no les dejaba ver que Calvo Sotelo estaba implicado en una conspiración contra el Estado. Aunque no era ninguna justificación para su asesinato.
Su asesinato marcó un antes y un después. Se demostró que el Gobierno ya no era capaz de controlar a sus fuerzas más revolucionarias, y que en cierto modo estaba perdiendo el control. Las fuerzas de centro, con Lerroux a la cabeza, se sumaron a las derechas.
¿Se pudo evitar la Guerra Civil?
Los conspiradores ultimaron los preparativos. Se concretó el día del alzamiento: el 18 de julio, y empezaría en Marruecos. Al día siguiente le seguirían todas las guarniciones del país. La muerte de Calvo Sotelo fue el detonante de la puesta en marcha definitiva de toda la trama. Los conspiradores ya estaban preparados, esperando el día designado para alzarse en armas.
¿Pudo evitarse la guerra civil española? Todo es evitable si se frena a tiempo. Pero la muerte del teniente Castillo y del político Calvo Sotelo, derribó toda esperanza, si por aquel momento aún existía alguna. España venía arrastrando demasiados problemas estructurales: políticos, económicos y sociales. Fue un cócktel que se fue elaborando lentamente, y cuando estalló fue letal. Por lo tanto, las causas de la guerra son solo internas, sin que ningún agente externo fuera el detonador, como sí ocurrió en otras guerras civiles, como la rusa.
Desde la Guerra de la Independencia, España había perdido en cierto modo la “unidad”. El posterior reinado desastroso de Fernando VII alentó la lucha entre liberales y conservadores. El país no fue capaz de implantar un sistema liberal parlamentario como la mayoría de países europeos. Este atraso histórico tuvo sus consecuencias a la hora de resolver los problemas del país.
En diversos momentos de la reciente historia de España, se pudo reconducir la situación. Uno de ellos fue a principios del siglo XX. Se vio un resurgir político y una renovación cultural que finalmente se terminó diluyendo.
La última oportunidad fue la Segunda República. Pero aquí si influyó mucho las ideologías y movimientos de fuera de España. En mayor o menor medida, todos los partidos del espectro político estaban influenciados por el marxismo, el comunismo ruso, el fascismo y el nazismo. La Segunda Republica fue un experimento muy moderno para una sociedad atrasada.
Las fuerzas conservadoras españolas (monárquicos y carlistas) no cambiaron su idea atrasada de España. El ejército aportó su granito de arena inmiscuyéndose en la política. Las fuerzas de izquierda, en su gran mayoría, cayeron en los brazos de la revolución, no entiendo que la República era un sistema viable para llevar a cabo sus conquistas para la clase obrera.
Entre todos, con mayor o menor culpa, contribuyeron al desastre que se avecinaba. Cuando estalló muchos se quedaron perplejos. Algunos de los que alentaban la violencia con más vehemencia, después se quedaron bloqueados ante la lucha que se propagó por España. Estudiar las causas de la guerra civil es más que nunca un acto necesario. Nos recuerda lo frágil que puede llegar a ser todo lo que nos rodea. Aunque suene muy repetido, estudiar las verdaderas causas de la guerra nos puede ayudar a no repetirlas.
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Himno de Riego