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La batalla de Cartago Nova




Pintura de Aníbal. Francisco de Goya

La toma de la ciudad púnica de Qart Hadast por las legiones romanas de Publio Cornelio Escipión —que más adelante, con el triunfo en la batalla de Zama, será conocido como Escipión el Africano—, se convirtió en uno de los acontecimientos míticos en la larga historia de Roma; pero también catapultó al joven general romano a los anales de la historia gracias a su inteligencia, visión y estrategia en la guerra. Sus acciones militares sembraron las bases de los posteriores pilares en los que el Imperio Romano edificó la hegemonía en todo el mundo conocido. La conquista de Cartago Nova, como así fue denominada la ciudad tras la conquista, fue el principio del fin de Cartago como potencia en el Mediterráneo, y el inicio del irreversible dominio romano en Hispania. Fue una de las batallas decisivas entre cartagineses y romanos.




ANTECEDENTES: LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA

Cuando Escipión el Africano rodeaba con sus legiones las imponentes murallas de la capital púnica en la península ibérica, la guerra entre las dos potencias del Mediterráneo se alargaba ya nueves años. El asedio a Sagunto, ciudad aliada de Roma, por parte de las tropas del general cartaginés Aníbal, fue el detonante final que prendió la llama de la guerra.  Sagunto se convirtió en el símbolo de una resistencia heroica que, en última instancia, no evitó su trágico final.

Una vez que Aníbal sometió a los impertérritos saguntinos, el Senado de Cartago le dio vía libre para que sus acciones se dirigiesen hacia los romanos, y en esta nueva guerra que se avecinaba, el general cartaginés tenía claro desde un principio cómo proceder: la única forma de derrotar a un enemigo tan poderoso era llevar la guerra a su propia casa.

Para ello condujo a sus tropas a través de la Galia y, en una audaz maniobra que sorprendió a Roma, cruzó los Alpes para dejarse caer en la mismísima Italia. Las derrotas que sufrieron las legiones en Tesino, Trebia y, la más desastrosa y dolorosa, Cannae, dejaron a Aníbal como amo y señor de Italia. Sus ejércitos se dedicaron a saquear y arrasar numerosas regiones de la península, tomando al asalto muchas ciudades. Pero los púnicos carecían de las fuerzas suficientes para asestar el golpe mortal o, por lo menos, para intentar conquistar Roma. Aníbal esperaba que sus hermanos viniesen de Hispania para terminar por doblegar de una vez por todas a un enemigo que estaba herido, pero no muerto. Inesperadamente, un joven general romano se lo impediría.

Segunda Guerra Púnica

Hispania se había convertido en una tierra maldita para la familia Escipión. Las legiones allí comandadas por el padre y por el tío de Publio sufrieron una amarga derrota en la que ambos murieron. Asdrúbal, Magón y Giscón, generales púnicos que comandaban las fuerzas cartaginesas en suelo hispano, arrinconaron a las legiones hasta el Ebro donde Marcelo —que se encargó de dirigir los restos del ejército vencido— había conseguido mantener una línea defensiva. Nerón fue mandado por el Senado para hacerse cargo de tan delicado asunto, pero sus acciones no fueron significativas. Volvió a Roma con el amargo sentimiento de la derrota.

De nuevo Hispania se quedaba sin general que comandase las fuerzas allí emplazadas, pues nadie se atrevía a postularse para esa empresa tan complicada. Para muchos, aquélla tierra lejana era un problema secundario;  era en Italia donde se debían concentrar todos los esfuerzos, puesto que su mayor enemigo estaba en casa, arrasando cultivos y ciudades, y estableciendo alianzas que erosionaban el poder de Roma.

Pintura de Aníbal. Francisco de Goya
Aníbal vencedor contempla por primera vez Italia desde los Alpes.
Francisco de Goya

Publio Cornelio Escipión decidió aprovechar la oportunidad que se le presentaba y se postuló a comandar las legiones en Hispania. No dejaba de ser complicado elegir como procónsul a un joven de tan sólo 24 años, y de hecho la propia ley no lo permitía. Pero las circunstancias en las que Roma estaba inmersa eran especiales, como especial fue la autorización que le concedió el Senado para que comandase las legiones en la península ibérica bajo el cargo de procónsul. Pero su juventud seguía pesando en la decisión y el Senado, a instancias de Quinto Fabio Máximo, volvió a reunirse para comunicar a Escipión que se retractaba de su nombramiento. Publio decidió osadamente seguir con la idea de marchar y convenció a los senadores para que lo enviasen sólo con el grado de general con imperium, aunque para ello tuviera que renegar del rango de promagistrado consular. Eso en la práctica significaba que el general victorioso no disfrutaría de un triunfo, y tanto él como sus tropas no podrían desfilar por la capital si la campaña resultaba ser un éxito.

RUMBO A HISPANIA




Con la bendición final del Senado marchó para Hispania y en el 210 a. C. desembarca en Ampurias al mando de treinta quinquerremes que transportaban diez mil infantes y mil jinetes. Es en Tarraco donde las legiones pasarían el invierno y en la cual Publio comenzaría a dar forma a su plan de actuación para recuperar la iniciativa en aquéllas tierras: la conquista de la ciudad cartaginesa de Qart Hadasht.

Busto del general cartaginés Aníbal Barca
Busto del general cartaginés Aníbal Barca

¿Por qué tomar la capital púnica en Hispania? ¿Por qué arriesgarse a conquistar una ciudad que era casi inexpugnable? Aparentemente la idea podría considerarse demasiado atrevida, pero el ingenio del general romano se impondría sobre todas las dudas.

En primer lugar, Escipión sabía que el ejército cartaginés estaba dividido y repartido por toda la península y, lo más importante, ninguno de esos ejércitos estaba a menos de diez días de marcha de su capital.  La zona levantina donde se alzaban las imponentes murallas de Qart Hadsht estaba desprotegida. El asedio de la ciudad representaría una verdadera sorpresa que nadie se esperaría y esto le daría ventaja sobre su oponente. Además, dentro de la ciudad estaban muchos rehenes iberos capturados por los púnicos, lo que vendría muy bien a la política romana en Hispania: establecer alianzas con los pueblos indígenas. La liberación de los rehenes ayudaría mucho en este sentido.

Si las legiones lograran conquistar la ciudad sería un golpe duro al enemigo y un giro de ciento ochenta grados para la guerra entre las dos potencias: era la única con un puerto capaz de albergar una flota como la romana, y significaría privar a los cartagineses del control de la vía costera hasta Almería y la navegación hasta África.

La conquista de la capital púnica en Hispania entrañaba muchos riesgos que Publio estaba dispuesto a asumir, no sin antes haber planificado la aventura de manera sistemática, sin dejar nada al azar. 

En la primavera del 209 a. C., Publio ordena salir a su ejército de Tarraco y avanzar a marchas forzadas hacia el sur. A su vez, ordena a la flota comandada por Cayo Lelio que les siga por la costa en su avance. Los soldados desconocían hacia donde se dirigían, de hecho, sólo los generales más próximos a Publio conocían las verdaderas intenciones de aquel precipitado avance.

Hay mucha controversia acerca de los días que duró la marcha hasta Qart Hadsh. Los diferentes historiadores no se ponen de acuerdo en este asunto. Autores como Polivio y Livio, a los que debemos la narración y la transmisión de los acontecimientos que sucedieron durante la Segunda Guerra Púnica, coinciden en que las legiones se trasladaron en siete días. Si comenzó desde el Ebro, tal y como Livio afirma, sería del todo imposible recorrer una distancia de 480 kilómetros que separa ambos puntos geográficos en tan breve espacio de tiempo.

Muchos historiadores han llegado a la conclusión de que el punto de partida romano fue la ciudad de Sagunto. Pudo haber sido utilizada como base logística antes de partir hacia Cartago Nova. Si aceptamos que las legiones salieron  desde esta ciudad, la distancia a recorrer sería en torno a 280 o 300 kilómetros, que nos da una media de 40 o 42 kilómetros al día, cifra alta, pero no inalcanzable. Todas las fuentes coinciden en la velocidad de la marcha romana, y los cálculos anteriores pueden coincidir, a pesar de la carga de pertrechos que cada soldado tenía que soportar.

En el recorrido, un soldado romano llevaba todos los elementos para la guerra: casco, coraza, escudo, espada, daga y pilum, y todo esto pesaba de 18 a 26 kilos; también cargaría con su propio alimento, ya que no podían abastecerse en el territorio, pero tampoco confiaban en que podrían hacerlo en Cartago Nova; además llevaban el agua. Si sumamos todo, el legionario que avanzaba a una velocidad media de 40 kilómetros diarios soportaba  entre 40 o 50 kilos de peso. Fue una verdadera hazaña trasladar a todo un ejército cargado de pertrechos, por territorio enemigo, en tan sólo siete días, sin duda, el esfuerzo tuvo que ser mayúsculo. Algunos autores apuntan que parte de los suministros de las tropas fueron transportados por la flota que avanzaba paralela a ellos por el mar. No se puede descartar esta opción, pero es difícil que la flota comandada por Cayo Lelio pudiera seguir constantemente a las legiones sin perderlas de vista, y si en algún punto del recorrido ésta hubiera pudido proporcionar los suministros a tierra.

Busto de Publio Cornelio Escipión
Busto de Publio Cornelio Escipión

No se sabe con certeza la ruta exacta que tomaron para llegar a Cartago Nova, aunque se cree que siguieron  la Ruta Ibérica, que después pasaría a denominarse Vía Augusta.

EL ASEDIO A CARTAGO NOVA




La marcha llegó con éxito a su destino para sorpresa de los ahora sitiados ciudadanos de Qart Hadsh. Tenemos el testimonio de Polivio, que hace una interesante descripción de la ciudad:

El casco de la ciudad es cóncavo; en su parte meridional presenta una acceso más plano desde el mar. Unas colinas ocupan el terreno restante, dos de ellas muy montuosas y escarpadas, y tres no tan elevadas, pero abruptas y difíciles de escalar. La colina más alta está al este de la ciudad y se precipita en el mar; en su cima se levanta un templo a Asclepio. Hay otra colina frente a ésta, de disposición similar, en la cual se edificaron magníficos palacios reales, construidos, según se dice, por Asdrúbal”.

Polivio. Historias

No obstante, se sabe que Polivio visitó la ciudad con posterioridad, en torno al 150 a. C., en compañía de Escipión Emiliano, por lo tanto ya habría sufrido algunas reformas. A la descripción del historiador griego hay que sumarle la laguna que se situaba al oeste y al norte de la ciudad, comunicando con el golfo a través de un canal. La laguna será clave en la estrategia para tomar la capital enemiga.

Escipión situó el campamento romano al este de la ciudad; no se levantó empalizada alguna para protegerlo con el fin de facilitar la salida y la entrada de las tropas durante el asedio. Fue en este momento cuando tuvo lugar la llegada de la flota al mando de Lelio. Inmediatamente, Escipión mando situar las naves frente a la muralla sur: estaban equipadas con dos mil hombres que portaban sus escalas para trepar las murallas, además de poseer artillería de torsión.

En el interior de la ciudad Magón comandaba la defensa. De los mil mercenarios que estaban bajo su mando, quinientos fueron situados en el Monte Molinete —la zona del Almarjal, conocida como Arx Hasdrúbilis—; los otros quinientos fueron emplazados en el Monte Concepción —la colina del Esculapio que daba al mar—; dos mil ciudadanos fueron concentrados en la puerta oriental —la principal de la ciudad—. El siguiente mapa de Cartago Nova lo muestra con más claridad:

Asedio a la ciudad púnica de Cartago Nova
Disposición de los ejércitos romano y cartaginés en el asedio de Cartago Nova

Cuando los romanos se preparaban para el primer asalto, a primera hora de la mañana, Magón tomó la decisión de salir con algunas tropas para un choque directo con las legiones. La puerta oriental se abrió para dar paso a las fuerzas púnicas que, sin detenerse un instante, fueron al encuentro de las fuerzas romanas. El choque fue desigual: los soldados púnicos se enfrentaron a unos soldados bien preparados que, además, les superaban en número. Esa preparación fue fruto del duro entrenamiento al que fueron sometidos antes de partir hacia Qart Hadsh. El perfeccionamiento de la sincronización del movimiento de rotación en sus líneas y el diseño de sus escudos, destinado a empujar además de defender, fueron factores clave para la superioridad romana.

El resultado de la batalla fue una desorganizada retirada púnica que fue acechada en todo momento por las legiones. La puerta oriental se volvió a abrir para dejar entrar a los soldados, pero éstos, masivamente, provocaron un desastroso atasco que, en último instante, los romanos estuvieron a punto de aprovechar; pero la puerta se cerró, salvando por el momento a los defensores.

Escipión no podía perder ni un instante en el cometido de tomar la ciudad. El tiempo jugaba en su contra y en beneficio de su enemigo, puesto que Asdrúbal y compañía ya estarían enterados del asedio y trasladando sus tropas hacia allí.

Los masivos ataques por tierra a la muralla eran simultáneos a los ataques de la flota por la zona del mar. Los legionarios desplegaban sus largas escalas en la muralla y trepaban por ella en un infructuoso intento por alcanzar las almenas. Las escalas se rompían con facilidad por el peso de los hombres que caían desde grandes alturas; los que proseguían luchaban bajo una lluvia de flechas en su ascenso. La enconada resistencia obligó a varias retiradas romanas.

EL MITO DE LA LAGUNA




Éste es, sin duda, un episodio muy polémico, por la cantidad de dudas que genera, pero que permitió conquistar finalmente la ciudad. Polibio cuenta que cuando Publio estaba en Tarraco algunos pescadores le informaron de que el lago que se situaba al oeste de Cartago Nova era muy fangoso y se podía vadear cada día, sobre todo a la hora del crepúsculo vespertino. Livio y Apiano también mencionan este fenómeno.

Cuando se inició el reflujo de las aguas, Escipión ordenó a quinientos hombres que atravesasen la laguna y escalasen la muralla. Al mismo tiempo coordinó un ataque con las fuerzas que permanecían en el istmo. Los sitiados cometieron el error de concentrar todas sus fuerzas en la muralla oriental, creyendo que la laguna los protegería por el oeste. Los soldados romanos, empapados, se aprestaron rápidamente a escalar la muralla y alcanzaron las almenas. La pequeña guarnición que vigilaba ese sector se vio sorprendida y prontamente aniquilada. Los defensores de la puerta oriental se sorprendieron al verse atacados por detrás: las tropas de Escipión habían alcanzado la puerta y se dirigieron a abrirla. Reinó la confusión entre los cartagineses, y Magón se refugió en la Acrópolis. La puerta se abrió y las legiones entraron finalmente en la capital del poder púnico en la península ibérica.

Al parecer Escipión sabía que la bajada del nivel de la laguna era un fenómeno regular y aprovechó esto para mitificar lo que allí iba a ocurrir. Prometió la ayuda de Poseidón, ya que era perfecto conocedor de las debilidades de sus hombres, siempre proclives a interpretar cualquier acontecimiento inesperado como una actuación divina. Escipión hizo un extraordinario uso de la información privilegiada que poseía para acrecentar aún más el mito de la toma de Cartago Nova.

A la conquista le siguió una masacre que sólo cesó cuando la pequeña guarnición que se había refugiado en la Acrópolis se rindió. La brutalidad con la que se actuaba tras la conquista de una ciudad era lamentablemente muy habitual en las guerras de la Antigüedad. Era una herramienta para dominar el espíritu del enemigo. Los soldados romanos entraron con rabia contenida tras un asedio que les costó numerosas bajas, y en el que se involucraron de forma activa los propios ciudadanos de la ciudad.

Escipión ordenó reunir el botín en el ágora para ser repartido entre sus soldados, y procedió también a la entrega de la Corona Muralis, distinción que se otorgaba al primer hombre que coronaba la muralla. Según Livio, fue concedida a dos hombres: Quinto Trebelio, un centurión de la Legión Cuarta, y Sexto Digitio, un marinero al mando de la flota comandada por Lelio. Esto nos indica que quizás la toma de la ciudad se produjo al mismo tiempo por los soldados que cruzaron la laguna y por los marineros de la flota.

Teatro romano de Cartagena
Teatro romano de la antigua Cartago Nova
(Cartagena, Murcia)

CONCLUSIONES




Las consecuencias de la conquista romana de la capital cartaginesa fueron demasiado importantes como para obviarlas en este artículo. Con las legiones romanas patrullando las calles de la nueva ciudad conquistada, el poder romano comenzó a manifestarse de forma evidente en la península ibérica. Sólo era el principio de lo que después vendría —el control total de la península—, pero por lo pronto, Roma había asestado un golpe difícil de digerir para Cartago, en una guerra que duraba ya muchos años.

Los romanos capturaron un gran botín compuesto por materiales preciosos, objetos de gran valor, grandes reservas de trigo y cebada, material de guerra y, lo más importante, la flota cartaginesa que allí había, dejando a los romanos como dueños absolutos del mar.

El control de Cartago Nova también implicaba la explotación romana de las minas de plata de la zona, y la producción de sal, privando a su enemigo de estos recursos tan necesarios para pagar a sus mercenarios.

La liberación de los rehenes que los cartagineses mantenían en la ciudad estrechó los lazos entre Roma y los pueblos iberos, a la vez que se iban produciendo defecciones de numerosas tribus en las filas púnicas.

Lo cierto es que la conquista de Cartago Nova fue un punto de inflexión en la larga guerra entre las dos potencias que aspiraban a controlar el Mediterráneo. Para Roma el acontecimiento imprimió renovados ánimos en la visión de un enemigo que parecía invencible. Aunque Aníbal seguía en Italia, Escipión tomó el corazón púnico en la península ibérica y evitó, de momento, la llegada de refuerzos hacia Italia, que habría supuesto un enorme varapalo para la supervivencia de Roma. Más adelante vendría Baecula e Ilipa, expulsando definitivamente a los cartagineses de aquéllas tierras.

Dio a conocer a un personaje que, con sus acciones y su visión y estrategia de la guerra, trascendería los siglos gracias a los relatos de los autores clásicos: Publio Cornelio Escipión fue el principal artífice de la victoria final de Roma sobre Cartago. La conquista de Qart Hadsh puso de manifiesto la forma de proceder del general romano: atacar el corazón del enemigo en acciones rápidas donde la sorpresa fuese un factor a su favor. Así lo haría más adelante en la misma África, donde su ingenio, acompañado de la suerte, lo elevarían  a la categoría de leyenda tras su victoria en Zama.

Hoy en día es difícil discernir qué hay de verdad y qué hay de mentira en todos los relatos que los autores clásicos nos legaron del acontecimiento. El trabajo del historiador se complica a la hora de cotejar las fuentes clásicas con las investigaciones sobre el terreno, aportando entre los dos polos opuestos grandes dosis de sentido común. Aún sigue en discusión el tiempo de traslado de las legiones hacia Qart Hadsh, así como la información que poseía Escipión. Lo cierto es que el general romano la utilizó en su provecho. La suerte no explica tal gesta, sino una concienzuda organización y planificación que ocultó a sus soldados y que, además, ayudó a obtener un mayor control sobre sus tropas, dando origen a su leyenda.




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La batalla por Cartago Nova
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La toma de la ciudad púnica de Qart Hadast por las legiones romanas de Publio Cornelio Escipión —que más adelante, con el triunfo en la batalla de Zama, será conocido como Escipión el Africano—, se convirtió en uno de los acontecimientos míticos en la larga historia de Roma; pero también catapultó al joven general romano a los anales de la historia gracias a su inteligencia, visión y estrategia en la guerra.
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